Nacido en el seno de una familia terrateniente de Santa Ana, poseedora de grandes cafetales, el joven Pedro Geoffroy desestimó la posibilidad de quedarse en el campo al frente de la explotación familiar para trasladarse a la capital salvadoreña, donde comenzó a cursar estudios superiores de Medicina. Pero su innata vocación humanística, fuertemente inclinada hacia la vertiente de la creación literaria, pronto le indujo a abandonar las aulas de la Universidad de El Salvador para centrar su atención en otras materias y lugares.
Así las cosas, en 1931 se trasladó a Guatemala, y de allí pasó a México, en cuya Universidad Nacional Autónoma formalizó su inscripción para cursar estudios de Derecho (disciplina en la que obtuvo la licenciatura en 1937) y, posteriormente, Antropología y Lingüística. Cada vez más interesado por los estudios de Letras, se especializó en el conocimiento y la investigación de las lenguas indígenas mesoamericanas, al tiempo que comenzaba a colaborar asiduamente en algunos medios de comunicación del país azteca.
Todavía en México, se hizo miembro corresponsal del grupo literario Crisol, ubicado en su ciudad natal de Santa Ana, y a su regreso a El Salvador fundó, en compañía de algunos periodistas y escritores procedentes del desaparecido Diario Nuevo, el rotativo La Tribuna (1944), periódico cuya dirección asumiría años más tarde, mutada ya su cabecera en Tribuna libre. Implicado, así, en los principales movimientos de la vanguardia intelectual, artística e ideológica de su país, Pedro Geoffroy se vio forzado a tomar el camino del exilio tras la caída del gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez. Volvió a instalarse en México, ahora en compañía de su reciente célula familiar, y allí vivió durante más de un decenio, hasta que pudo regresar de nuevo a El Salvador para ocupar una cátedra en la Universidad donde había iniciado su formación académica.

Entre el resto de su obra impresa, sobresalen algunos poemarios de extraordinario valor para el estudio de la evolución de las ideas estéticas en el campo de la poesía hispanoamericana del siglo XX. Se trata de las obras tituladas Rumbo (1934),Canciones en el viento (1936), Sólo amor (1963), Yulcuicat (1965), Los nietos del jaguar (1977), Vida, pasión y muerte del antihéroe (1977) y Versos (1979). Además de estos títulos poéticos, Pedro Geoffroy Rivas dejó impreso en vida un ensayo literario tan relevante como Mi tío Alberto Masferrer (1953), y varios tratados lingüísticos del alcance de Toponimia náhuat de Cuscatlán (1961), El nawat de Cuscatlán (1969), El español que hablamos en El Salvador (1969) y La lengua salvadoreña (1979).
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